Tokio ya ha inaugurado los JJ.OO. más atípicos de todos con una ceremonia marcada por los tiempos que se viven. Su puesta en escena no pudo ocultar de un estadio olímpico que lamentablemente se encontraba vacío, que sólo el desfile de las distintas delegaciones pudo reducir este hecho.
El coronavirus es algo que no pasaron por alto. De hecho, hubo referencias explícitas a una pandemia que ha trastocado la vida de muchos, tanto como el propio desarrollo de estos Juegos, agarrotados por las precauciones y despojados de la atmósfera que siempre ha definido a dicho evento deportivo.
Efectos vistosos
Una sorprendente coreografía tridimensional de 1.824 drones luminosos y la futurista antorcha fueron la única concesión que sirvió para camuflar las penas producto de la pandemia. Mientras fuera del estadio se encontraban algunos manifestantes contra la celebración de los JJ.OO., el espectáculo arrancaba con fuegos pirotécnicos y una representación simbólica del cuerpo humano, dando paso a unos bailarines-carpinteros que dibujaron los aros olímpicos con madera de los pinos que se plantaron en diversos puntos del país cuando 57 años atrás, Tokio acogió unos Juegos sumamente diferentes a estos.
Hubo un minuto de silencio por las víctimas del coronavirus y se mostraron imágenes de los deportistas entrenando en sus casas en pleno confinamiento, algo que no estaba en el guión hace poco más de un año antes de la suspensión de los Juegos Olímpicos.
En el escenario se evitó explícitamente la acumulación de mucha gente, algo que habría exasperado a la opinión pública local, manifiestamente contraria a estos Juegos que navegan a contracorriente. Sólo el desfile de los atletas, significativamente menos numerosos que en anteriores ediciones olímpicas, insufló vida a un estadio con 1.000 VIPs en unas gradas listas para acoger a 60.000 espectadores.
Hubo muchos abanderados dobles, también en el tradicional juramento olímpico que seguramente continuará viéndose en el futuro. No hubo desórdenes ni euforia, la felicidad siempre se mostró con contenida educación, muy poca por las circunstancias ya conocidas. Y alguna delegación, como Kazakhstán, fue al desfile sin usar mascarillas.
El final
Luego del desfile de las delegaciones deportivas de cada país. Los interminables discursos, especialmente del presidente del COI, Thomas Bach, que emuló al extinto dictador cubano, Fidel Castro, expresando mensajes de esperanza y agradecimiento, no contribuyeron mucho a hacer mas llevadero el evento antes de que Naruhito (emperador japonés) anunciara los Juegos Olímpicos inaugurados.
Finalmente, tras una ceremonia que no pasará a la historia por su show de inauguración, fue la tenista Naomi Osaka la encargada de encender el pebetero, oculto en una estructura cónica similar al monte Fuji. Todo un símbolo: una gran deportista, pero también una persona mestiza y con problemas psicológicos que ya ha reconocido. Algo que evidentemente es un mensaje en pro de la inclusión.