Cuando Ernesto Valverde llegó al FC Barcelona hace tres temporadas, se consiguió sobreponer a la baja de Neymar aportando sus ideas frescas que le fueron muy bien al equipo. El técnico extremeño solidificó el centro del campo a falta de un relevo fiable para el brasileño y ganó Liga y Champions con un juego que, aunque no era espectacularmente brillante, era sólido en defensa y efectivo en ataque.
Se ganó un doblete en esa primera campaña, aunque se fracasó en Champions League con una goleada de la Roma. Pese a ello, el Txingurri se había merecido seguir al mando del equipo otra temporada y lo hizo, pero el juego empeoró. El Barça perdió la fiabilidad que había ganado en defensa y eso lo acabó pagando con otra goleada histórica en Liga de Campeones contra el Liverpool y una derrota en la Copa del Rey.
El club catalán se agarró a que el equipo había ganado LaLiga -recordemos que ante un Real Madrid y un Atlético a muy bajo nivel como oponentes- y había llegado lejos en Copa y Champions para garantizar su continuidad. Resultadismo puro y duro. Durante la temporada, ya se vio a un Valverde agotado, con unas ideas caducas que ya no servían para levantar a un equipo que ganaba con lo justo y que iba de capa caída.
Ya fuese por resultadismo, por el ego de un Bartomeu que le había renovado en febrero y que no quería echarse atrás o por petición de la plantilla, Valverde se acabó quedando y el equipo puede pagarlo caro. Líder en LaLiga, sí. Líder en la fase de grupos, sí. Pero con una inoperancia frente a rivales complicados -y no tan complicados- que hace que si el equipo se la vuelve a pegar estrepitosamente en Europa -y lo que no es Europa- no será nada que extrañar.
Los síntomas del debilitamiento del equipo avisan y no son traidores. El Barça lo fía todo a las apariciones de Leo Messi, Luis Suárez y Antoine Griezmann y a las paradas de Marc-André ter Stegen. Y así no se gana a los mejores, como ya se pudo comprobar. El Real Madrid, el Atlético de Madrid, el Borussia Dortmund y el Inter de Milán demostraron hace poco que dejar en cueros al Barça ya está al alcance de muchos.
El Barça vuelve a tropezar con la misma piedra
Lo que sucedió el verano pasado con Valverde -mantenerle un año más pese al evidente declive del equipo- no es algo nuevo, sino que ya ocurrió. Frank Rijkaard es buen ejemplo de ello, ya que su temporada después del doblete fue decadente y, pese a ello, se le mantuvo en el cargo para, naturalmente, fracasar de nuevo. Recordemos también que la última temporada de Pep Guardiola y la de Luis Enrique también fueron las más flojas de sus etapas. Así pues, el ciclo puede repetirse.