Y después de tanto insistir, finalmente llegó el gol. Tuvo que esperar una hora el Barcelona pero finalmente Griezmann consiguió embocar el balón en el arco de Unai Simón para adelantar a los culés, dando la razón a Koeman, que apostó por el francés en lugar de Dembelé para este juego a pesar de ser una final.
La jugada que comienza Messi por el centro para habilitar a De Jong por derecha fue un deja vu de unos minutos antes, que también un pase desde la línea diestra terminó en los pies de Griezmann pero el francés no fue capaz de terminar la combinación. Ahora, marcó el primero del encuentro y se reivindica.
Se reencontró el Príncipe con su rival favorito para marcarle el gol 12 en su carrera, además tener una suerte particular con el equipo vasco, ya que en la final de Supercopa de España le marcó dos goles y ahora, en la primera final de Copa del Rey que juega, también le marcó. Un idilio el que vive el francés cuando le toca enfrentarse a la camisa con franjas rojas y blancas, que poco pudieron hacer ante un Barcelona inmenso.
Con mucha posesión de balón y avances efectivos, Griezmann se adaptó rápido a lo que pedía el partido y fue determinante para el marcador final, además de ratificar el dominio que tiene sobre el arco de los leones cada vez que los ve, dándole igual el tamaño de la cita o la importancia del compromiso, ya que les ha marcado en cada competición en las que ha tenido que enfrentarlos, sumando la final de Copa como nuevo escenario.
Oportunidad de oro
No es la mejor etapa de Griezmann en España pero sí que es la mejor desde que llegó al Barcelona, jugando grandes partidos y demostrando que está acoplado, al menos más que con técnicos anteriores. Desde el esquema de tres centrales hasta las instrucciones individuales que le da Koeman, han potenciado al francés en el equipo y lo agradecen todos con sus goles y asistencias cada vez que tiene que trabajar.
Sentar a Dembelé podía ser una jugada arriesgada dada la confianza que ha tenido el holandés en Ousmane, pero sí que sabe sobre sus jugadores y supo gestionar todo lo que ha tenido el club en las últimas semanas con el Clásico y los rumores encima, robando una sonrisa a Laporta que por fin tiene un trago dulce en su segunda etapa como presidente del FC Barcelona.