Hoy que se cumplen 15 años del debut de Iniesta con el primer equipo es momento de echar la vista atrás y reconocer que el manchego es uno de los centrocampistas más genuinos que han pasado y pasarán -seguramente- por el Camp Nou. Virtuosismo, una visión de juego privilegiada y una verticalidad única.
Dijo Messi en alguna rueda de prensa que a "Iniesta es imposible sacarle el balón". Parece una frase exagerada, pero la verdad es que cuando el físico ha estado al nivel que exige su estilo de juego, al '8' pocos defensores le han parado. Su capacidad para retener el balón en espacios reducidos y salir indemne de ellos era para alucinar.
Siempre se le ha reprochado su falta de gol -con razón-, pero Iniesta ha compensado esa carencia con una serie de habilidades idóneas para ser uno de los interiores más completos de la historia del fútbol. Siempre sin brillar, con los focos apuntando a otros lados, pero liderando al mejor Barça de siempre junto a Xavi.
Renovado de por vida, es evidente que Iniesta está lejos del nivel de hace unos años, pero sigue siendo un futbolista realmente importante en el Barcelona de Valverde. Pone temple, da sentido al juego y organiza la medular. Cuando no está, como en Bilbao, el equipo lo acusa.
Un tándem tremendo con Xavi
El de Terrassa y el de Fuentealbilla. El catalán y el manchego. El 6 y el 8. La brújula y la verticalidad. El liderazgo excéntrico y la capitanía silenciosa. Dps jóvenes formados en La Masía que cumplieron su sueño de triunfar en el primer equipo. Y no sólo eso, sino que dejaron su huella en los libros de historia -Iniesta sigue haciéndolo, lógicamente-.
No se entiende el Barça de Guardiola sin ambos. Disfrutar de aquel juego casi de videoconsola fue posible gracias a la conexión de ambos -con la inestimable ayuda de Busquets-. Controlaban el centro del campo de forma abrumadora. Nadie les tosía. Hacían bailar a los rivales. Tiempos pasados que no volverán.