Tener magia no es suficiente en el fútbol, mucho menos en el FC Barcelona, algo que bien puede decir Ronaldinho. El brasileño fue un torbellino de regates, goles y sonrisas en su paso por LaLiga, mientras iba dejando caderas rotas en el Bernabéu, Camp Nou y cualquier otro estadio al que tuviese que visitar.

Trincao debería ver algún documental sobre el brasileño, uno como el que le hicieron a él mismo cuando llegó al equipo culé. Su talento no se discute, ya lo mostró en el Braga de la liga portuguesa antes de llamar la atención del Barcelona, que parece toparse una y otra vez con las estrellas portuguesas jóvenes.

Zurdo y con velocidad, regate y visión, un perfil más que perfecto para que encaje en el vestuario culé, aprendiendo de Messi y su pierna izquierda, la mejor que se ha visto al menos en este siglo. Así llegó, pero no pudo terminar la temporada de la misma manera, ya que no hubo forma de encajarlo en el equipo.

Koeman lo intentó en medio de ese empeño de darle el testigo a los jóvenes y marcar el relevo de una generación dorada y cansada por igual, de la que parece solo salvarse Messi para el nuevo proyecto, ya que ni Ter Stegen está en condición de intocable para Laporta y lo mismo aplica para Piqué, Jordi Alba y Busquets, veteranos de la plantilla.

Trincao debe hacer reflexión y entender en dónde está, darse cuenta que lo mostrado en Ipurua no es suficiente para estar en la élite a menos que quiera vivir como la eterna promesa. 15 minutos de juego y desparpajo no son suficientes para este escalón, que lo diga Griezmann que quiere sentarse con Messi y Cristiano pero no le pasa el bocado cuando apenas llega el plato de entrada en esa mesa.

El juego ante el Eibar sirvió, sí, para demostrar que debe seguir creciendo y ante la revolución que se viene en el Barcelona, la cesión es una opción latente que no resta nada a la posibilidad de una venta, porque Laporta parece haber dejado en claro que mientras más cambios, mejor le irá al equipo.

Pasado que vuelve

Las cesiones del Barcelona no suelen ser productivas para que un jugador regrese y se haga importante, lo mismo que el club con sus contrataciones a portugueses jóvenes, de alguna manera u otra, los lusos terminan siendo un golpe duro en el club bien porque se vayan (Figo) o no cuajen (Simao y Quaresma). Con Trincao, parecen unirse ambas situaciones.