Si este Barça hubiese saltado al Estadio Da Luz frente al Bayern de Múnich, en agosto, o frente al Real Madrid, en octubre, e incluso ante el Cádiz o Sevilla, la historia sería muy distinta para los culés en este momento. Es algo que va mucho más allá de un planteamiento táctico o los refuerzos que llegaron o no al club. Se trata, sobre toodo, de la fe, confianza y espíritu de un FC Barcelona que, poco a poco, está logrando convertirse en algo que no era desde hace tiempo: un equipo.
La realidad es que el vestuario blaugrana está repleto de estrellas y jugadores llenos de talentos, que son indiscutibles, pero faltaba la mística, el ambiente o espíritu que había en Can Barça en los tiempos de Carles Puyol, Andrés Iniesta y Xavi Hernández, con Leo Messi, que hacían ver que, ganando por goleadas o sufriendo hasta el último minuto, el equipo siempre iba a luchar.
Granada y Betis fueron dos rivales con los que el Barça sufrió, en exceso si se quiere, pero que dejaron ver una versión del conjunto azulgrana que no se había visto desde hace muchísimo tiempo. Más allá de remontadas, que se han vuelto extremadamente comunes para los culés, es siempre el optimismo y ganas de defender el escudo lo que ha llevado a los de Ronald Koeman a conseguir las victorias, que los mantienen, contra todo pronóstico, en la lucha por las tres competiciones: Liga, Champions League y Copa del Rey.
Los catalanes pueden ir a media máquina, con lesiones constantes, problemas defensivos o falta de puntería, pero han recuperado la química entre los jugadores y eso ha valido de más para llegar a este punto. Hay mucho que mejorar, demasiados aspectos en los que trabajar, pero este Barça ilusiona a todo el barcelonismo e invita a soñar con alcanzar los títulos a final de campaña, por muy imposible que sonaba hace dos o tres meses, cuando eran un conjunto extremadamente irregular.
El Sevilla y París Saint-Germain tienen que prepararse, porque los de Ronald Koeman van a por todas y la seguidilla de partidos consecutivos sin conocer la derrota, en Liga y Copa, son prueba de ello. Además, finalmente Leo Messi se ha reencontrado con su mejor fútbol y su influencia en el equipo es evidente y algo que deben temer los rivales del Barça en Copa y Champions. El argentino, como siempre, es capaz de cambiar él solo un partido entero y devolverle la ilusión que tanto necesitaba su equipo.
El Barça triunfa en las adversidades
Los culés, mientras ganan en el campo, atraviesan la peor crisis institucional y económica de su historia que, si bien es cierto había salpicado al equipo, no se ha convertido en una excusa para que el Barça no intente mejorar día a día. Además de los problemas del club, también se han sumado las lesiones, que no dan tregua al equipo y han obligado a Ronald Koeman a implementar muchos cambios.
Tampoco se puede dejar atrás que, en medio de la pandemia, el equipo se ha acostumbrado a jugar cada tres o cuatro días, algo que con una plantilla tan corta, ha sido un completo desafío, superado hasta los momentos. Y es que la mentalidad ganadora y confianza han sido los aliados perfectos del Barça en los dos primeros meses del mes y, de continuar este camino, habrá que esperar sólo lo mejor al final de la temporada.