Puede que sea porque la prensa deportiva cada vez pone más los ojos en la junta del FC Barcelona, y que al oler la 'sangre' los medios de comunicación se lanzan como hienas a por informaciones que dinamitan la estabilidad del club. La realidad, sin embargo, es que la gestión de la directiva culé tiene gran culpa de ello, con unas turbulencias que no cesan a pesar de que llevemos un mes sin fútbol.
Filtraciones de directivos a la prensa, miembros del club que supuestamente 'escribían artículos' en contra de pesos pesados de la plantilla -según dio a entender Piqué meses atrás-, insinuaciones falsas sobre los jugadores en relación a la reducción salarial, la polémica derivada del cambio de entrenador, el 'pique' de declaraciones entre Leo Messi y Éric Abidal...
Muchas han sido las turbulencias que ha vivido el Barça a nivel institucional desde que dio comienzo la temporada 2019-20, y la última de ellas ha sido la destitución de Emili Rousaud y algunos miembros más de la directiva por parte de Bartomeu. Quien hasta ahora era el delfín continuista del presidente culé se marchará por la puerta de atrás, pero dando guerra.
Ya ha concedido algunas entrevistas en las que ha reaccionado de forma más que hostil ante su despido, que considera injustificado y "con unas razones de risa" por parte de Bartomeu, quien le habría acusado de "desleal". Ex directivos como Jordi Mestre se han metido de por medio con declaraciones cruzadas, lanzando toques tanto a Bartomeu como al propio Rousaud.
Sea como sea, la realidad es que la polémica no termina en el FC Barcelona pese a que el balón no esté rodando. El ambiente no es propicio para que los jugadores estén absolutamente concentrados en su trabajo: jugar bien, ganar partidos y conquistar títulos. Y tampoco para la renovación de piezas indispensables como Leo Messi, Luis Suárez o Ter Stegen, que deben estar alucinando con la capacidad de autodestrucción de esta directiva.
Si algo está claro, es que no hay consenso. O al menos no lo había hasta esta semana, cuando Bartomeu ha tomado decisiones drásticas. Y sin una conformidad absoluta a nivel institucional, es lógico que se acaben tomando decisiones erróneas en todos los ámbitos, incluido el deportivo. La mala planificación de esta campaña es el claro ejemplo, con el Barça habiendo tenido el pasado verano una plantilla super-poblada con jugadores de mucha calidad y, apenas unos meses después, haberse convertido en uno de los equipos con menos jugadores disponibles en el primer equipo.
El FC Barcelona se ha convertido en un club extremista
De unos extremos se pasan a otros, y al final el que lo acaba pagando a nivel de resultados es el propio FC Barcelona. De no ser por Leo Messi y Ter Stegen, el equipo no lideraría LaLiga y probablemente tampoco estaría en octavos de final de Champions League. Y, aun con ellos, se cayó en la Supercopa de España y también en cuartos de final de Copa del Rey.
La situación es tensa a nivel institucional, se han dado subidas de tono y se espera que las aguas vuelvan a estar en calma para planificar como es debido el final de esta campaña y el comienzo de la siguiente. Porque el Barcelona, a día de hoy, da la sensación de vivir en un eterno patio de colegio. Las disputas y conflictos, si vuelven a haber de ahora en adelante, deberán solucionarse a la sombra. Y huir, en la medida de lo posible, del grado mediático que tanto daño hace al club a nivel deportivo y, sobre todo, de imagen global.