El Barcelona no cesa en la búsqueda de alternativas que le permitan en primer lugar mantener a Messi en el club, en segundo lugar aligerar la masa salarial y en tercer lugar, evitar un default económico que poco se menciona por el peso del término, pero que visto lo visto, es más que posible. Aunque no inmediato.
Mientras el mundo se acomoda todavía el duro cojín que el Covid instaló en el mueble principal de la casa, las arcas y cuentas bancarias siguen presentando una depresión tremenda que por cercanía y pasión entendemos en el fútbol, pero no está ajeno todo lo demás, desde la carrera por el espacio hasta la labor más humilde del planeta.
En aras de la licencia que nos permite hablar del tema, el fútbol ha presentado determinadas variantes que permiten enfrentar la situación tanto en pro del beneficio de los protagonistas como también de las instituciones, partiendo en la simpleza de agregar dos cambios más en los juegos hasta ponerle reglas al fair play.
Pero en esto último, la UEFA parece tener un dilema o más bien, un conflicto de intereses, porque si bien usan el válido argumento de defender las inversiones que mantienen vivo el fútbol, también hacen caso omiso a los problemas que existen dentro de los demás equipos y esta vez, no se trata de un modesto recién ascendido.
Salvando las diferencias, el Mallorca y el Barcelona tienen exactamente el mismo problema, el dinero. Pasa en la capital con Real y Atlético, pasa en Portugal con Benfica y Porto, en Holanda con Ajax y PSV. Se nos va la nota citando clubes así que al grano: NO pasa con determinados equipos, esos llamados “de estado”.
Y para traer el ejemplo más claro, está el PSG. La plantilla del club francés no solo tiene encima el haber perdido la liga ante el humilde Lille, caer en Champions ante el Manchester City o tener una pugna abierta con Mbappé, sino que además cuenta con un amplio margen de movimiento al momento de contratar.
El recién llegado Achraf, procedente del Inter de Milán por casi 70 millones de euros, bien se puede ver como la inyección de capital a un mercado dormido que se movió en la agencia libre, pero está dormido por una crisis global, los jugadores sin contrato tienen el nivel que conocemos y las primas de fichaje son un tren que no todos dejan pasar.
Parte de ese dinero fue a parar al Real Madrid, que todavía tenía saldo a favor por la venta Hakimi al equipo italiano, mientras que el vigente campeón de Serie A se quedó sin técnico y a duras penas mantendrá a Lukaku, más por lo cómodo que está en el club que por buen contrato. Para llenar la vacante por derecha, pelean la llegada de Bellerín, que apenas rozaría los 20 millones de euros.
Vista la punta del iceberg, nos sumergimos en un club galo que también incorporó a Sergio Ramos y Wijnaldum, sí, gratis ambos, pero además de la prima de fichaje cuenta el salario. El español ganaría lo mismo que en el Real Madrid de haber renovado, algo más de 10 millones netos por temporada, pero las últimas filtraciones indican que podrían ser incluso más de 12.
Achraf también tendría un ingreso superior a los 12 millones por temporada y el holandés que rechazó al Barça superaría los 10 millones por año. A eso, sumemos a Neymar, Mbappé, Keylor, Marquinhos, Verratti, Icardi y Di María, solo por atinar a los más mediáticos en un club que todo lo quiere resolver a fuerza de dinero.
En la otra acera, el Barça, que añadió a la plantilla a Eric García, Memphis Depay y Sergio Agüero, jugadores que todavía no pueden ser inscritos por el límite salarial de LaLiga, impuesto por Tebas pese a vender los derechos más caros que se recuerden por un torneo que no tiene a Messi, libre desde el 1 de julio.
El equipo culé no puede inscribir a los nuevos fichajes ni renovar a Messi sin antes vender una cantidad absurda de jugadores, llegando a plantear la salida gratis de Umtiti y hasta de Coutinho, sin olvidar que Lenglet, Dembélé y Griezmann podrían irse incluso por la mitad de su costo, o menos, siempre que se libere el espacio en la nómina.
No parece muy “fair” el “play” para los clubes que pertenecen a los socios, que no tienen inyección foránea sin límites y que a base de títulos e historia, han dado a sus fanáticos alegrías y solidez con los años. ¿Qué pasó con aquello de defender al aficionado? ¿No eran los promotores de la Superliga los del monopolio y el secuestro al fútbol?
Y que no se confunda la línea editorial de este medio porque al Barcelona se le cita con algo de propiedad y conocimiento, pero en la mesa de las dudas también se sienta el Real Madrid, que por costumbre añade estrellas y apenas fichó a Alaba precisamente con el espacio dejado por Ramos. El Atlético no escapa de esto, que tras el adiós de Thomas hizo malabares para añadir a Kondogbia más por límite salarial y dinero a gastar que por poder elegir.
Juventus ya tuvo que hacer magia con la llegada de Cristiano Ronaldo y ni pensábamos en usar mascarillas de forma obligatoria, sin olvidar la quiebra del Wigan inglés y el Kaiserslautern alemán. Agnelli, que estaba al frente de la Asociación de Clubes de Europa (ECA), perdió su cargo tras el anuncio de la Superliga y casualmente, tomó el testigo Al Khelaifi, presidente del PSG.
No se olvida que la pandemia no es el único factor que pone en riesgo el dinero del Barcelona, pero el fútbol en general sufrió el verdadero golpe y secuestro en 2017, cuando un club con capital interminable decidió pagar 222 millones por un jugador, abonando una de esas cláusulas que eran más simbólicas que realmente factibles.
Por cierto, que también están en agenda Pogba, estrella del Manchester United, Donnarumma, MVP de la Eurocopa y quieren intentarlo con Messi, MVP de la Copa América.
La Superliga, otro paso al frente
Barcelona, Real Madrid y Juventus siguen vivos en la lucha con la UEFA que no solo vio muerto el sueño de sacarlos de Champions, sino que además es testigo casi semanalmente de un nuevo fallo judicial en favor de los equipos promotores del proyecto, más bien, de los valientes que siguen en pie tras echar el pulso.
Faltan muchas explicaciones sobre este torneo, como también faltaron hace unas cuantas décadas sobre la Copa de Europa o más recientemente con la Euroliga, pero en un escenario donde los ingresos van a igual para cada club participante, los claros beneficiados de la actualidad parecen haber armado un complot basado en el miedo.
Retiros casi inmediatos, presiones a los restantes y un cerco brutal a los que siguen dentro, no fueron suficientes para eliminar el primer paso del que seguramente, será un cambio en el fútbol a futuro.