El Bayern de Múnich fue tan superior técnica y tácticamente al Borussia Dortmund la gran mayoría del partido que nadie puede poner en duda su victoria. Los visitantes se hicieron con el control del encuentro a partir del minuto 10 o 15 y desde entonces prácticamente no perdieron el mando del mismo. El golazo de vaselina de Joshua Kimmich acabó significando el tanto del triunfo de los bávaros y puso un clavo en el ataúd del Dortmund en la Bundesliga.
Pero más allá de que los muniqueses fueron mejores y se merecieron los tres puntos, hay que hablar también del factor arbitral y del factor suerte. Ambas cosas suelen jugar un papel determinante en muchos partidos y en el 'Clásico' alemán no fue menos. De lo primero que hay que hablar es de la jugada más polémica y decisiva del encuentro, un evidente penalti de Jerome Boateng por mano que ni el árbitro, ni el VAR, ni aparentemente los propios futbolistas llegaron a ver.
La jugada fue tan rápida que en directo nadie apreció que el central alemán desvió un buen tiro de Erling Haaland con el brazo. El zaguero resbaló y cayó al suelo justo antes de que el delantero le pegase con la zurda desde dentro del área. Gracias a esa caída pudo sacar claramente el brazo para tocar con los justo y mandar el balón a saque de esquina. Desde la primera repetición se vio que la pena máxima parecía muy clara y poco discutible, pero el VAR ni siquiera la revisó.
El córner se sacó sin problemas y el partido continuó sin que nadie le dijera al colegiado que era infracción y que había que parar el choque. Una jugada extraña y muy polémica que podría haber cambiado el curso del partido y de la Bundesliga, ya que aún quedaba media hora para el final. El error del VAR pareció clamoroso y decisivo, pero los locales parece que ni siquiera lo sintieron, ya que no pudieron ver la repetición que dejaba en evidencia al colegiado de la sala VOR.
Pero por si no fuera poco con eso, el Borussia vio no muchos minutos después como Haaland, protagonista de esa polémica acción, tenía que retirarse lesionado. En el 72, después de cojear durante varios minutos, el noruego se tuvo que marchar al banquillo tras sufrir una especie de pinchazo. Tuvo que entrar por él el jovencísimo Gio Reyna, una de las grandes promesas que hay en la Bundesliga. Sin el de Leeds, todo se puso aún más cuesta arriba para los de Lucien Favre, que no pudieron darle la vuelta al marcador.
El árbitro y el VAR se comieron otro penalti
Puede que el árbitro o el VAR no tuvieran la conciencia tranquila, ya que a falta de pocos minutos para el final del encuentro volvieron a errar en otra acción dentro del área. En este caso fue en contra del Bayern, ya que Akanji le hizo a Lewandowski un penalti aparentemente claro al empujarle sin posibilidad de llegar al balón. El árbitro vio carga legal y desde el VAR no le dijeron nada, pero en la repetición se vio más claramente el derribo. En este caso, eso sí, había más dudas que en el de Boateng, que no admite discusión para nadie, excepto para los de la sala VOR y para el propio colegiado.