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Jugadores del Barça, frente al Cádiz

UN AÑO SIN EMOCIÓN

Termina el 2020 para el Barça, un año para olvidar y nunca repetir

Publicación:30/12/2020 - 14:55h

Actualización:30/12/2020 - 14:55h

El FC Barcelona termina un año totalmente gris, sin títulos, sin emociones, pero con un sinfín de dudas y decepciones para el barcelonismo

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El Camp Nou baja el telón hasta 2021 y las sensaciones que ha dejado el FC Barcelona en este final de año han sido decepcionantes y preocupantes. Ante el Eibar fue el último capítulo de un año que terminó tal y como empezó: con dudas una crisis deportiva de la que será muy difícil de salir. El 2020 tuvo de todo lo negativo que se podía imaginar el barcelonismo: destituciones (de dos entrenadores), derrotas, humillaciones en el campo y la casi salida de Lionel Messi del Camp Nou que, de seguir así el equipo el próximo año, será inevitable mantener al capitán en el equipo, gane quien gane las elecciones presidenciales.

El año comenzó y terminó con tormentas, pero sin títulos. Desde el mes de enero, el FC Barcelona dio las primeras señales que confirmaban el problema que se arrastraba desde Roma: la plantilla no podía más. Después de la eliminación en las semifinales de la Supercopa de España, el despido de Ernesto Valverde y la posterior llegada de Quique Setién, todo en menos de una semana, el barcelonismo creyó en la ilusión de que, con nuevo entrenador, las cosas iban a cambiar, o por lo menos, a mejorar. Nada más lejos de la realidad.

El FC Barcelona demostró que, sin importar el hombre que lidere el banquillo, los problemas del equipo son mucho más profundos y, sin duda, la consecuencia de la mala gestión y planificación de años anteriores. La crítica situación de los culés se vio acentuada cuando en febrero cayeron eliminados de la Copa del Rey, frente al Athletic Bilbao, tras un gol en los últimos minutos. Fue el segundo de un sinfín de fracasos en el año. 

El mundo se paralizó en el mes de marzo por la pandemia del coronavirus, pero no sin antes una nueva decepción del Barça. En el comienzo del mes, los culés quedaron retratados en el Santiago Bernabéu tras una derrota en el Clásico por 2-0. La situación vestuario-banquillo-directiva se encontraba en su punto de quiebre y, de alguna manera, el confinamiento sirvió para reducir las incertidumbres, por unos meses, del equipo. Para esperanza del club, terminaron de primeros en la clasificación después de un 'pinchazo' del Madrid.

Después de varios problemas institucionales y de algunos enfrentamientos entre el banquillo y la directiva (por la reducción salarial), el fútbol regresó en junio, pero lejos de mejorar la situación de los culés, continuó la pesadilla. El Barça se dejó ganar la liga por el Real Madrid, por errores propios y las consecuencias fueron graves. En la Champions League, la última bala que le quedaba a los azulgrana para no cerrar la temporada en cero, fue aún peor. Después de ganar 'in extremis' al Napoli, cayó la goleada en Lisboa ante el Bayern, 2-8, la posterior destitución de Quique Setién y el burofax de Messi...

El Barça se encontró en su situación más crítica cuando, después de terminar la temporada, la directiva azulgrana recibió un comunicado de Lionel Messi en el que decía que tenía la intención de abandonar el club. Josep María Bartomeu, que terminó dimitiendo en octubre, hizo malabares para que el argentino se quedara y, con la llegada de Ronald Koeman (el tercer entrenador de los culés en 2020), recuperar a un equipo que vivía su peor crisis. 

Al final, no hubo revolución

Todas las esperanzas estaban puestas en Ronald Koeman, un hombre que había vestido la camiseta blaugrana y que es una leyenda para el club. Su intención, en papel, era revolucionar al equipo pero, casi seis meses después de su llegada, la situación que vive el FC Barcelona es tan preocupante como lo era en agosto y, a este punto, los culés no están pensando en los títulos, sino sacando cuentas para quedar en 'zona Champions' de cara a la próxima temporada.

El Barça de Koeman ha sido una montaña rusa de sensaciones y resultados. Un día el equipo convence en el campo y al otro decepciona: no hay quien le siga el ritmo. Ante el Eibar, en el empate 1-1, fue la última prueba de que se necesita mucha magia para recuperar al equipo y que, de momento, la situación se le está escapando de las manos al técnico holandés.