Pocos días después de recibir el galardón que le corona como el máximo anotador de Europa en la temporada 2016-17, Leo Messi ofreció su cuarta Bota de Oro a los aficionados del Camp Nou. Aunque el FC Barcelona-Deportivo de la Coruña no acabó como esperaba, los seguidores le mostraron su cariño a lo largo de los 90 minutos.

Con una sonrisa de medio lado y una breve intervención en los instantes previos al enfrentamiento, el argentino levantó el trofeo entre los aplausos del público, de sus compañeros y de sus propios rivales, a los que agobió con sus diabluras y contra los que no pudo acabar celebrando otro gol.

Porque la Bota de Oro no trajo demasiada suerte a Messi, que se marchó desesperado de su propio estadio tras una exhibición tan extraña como digna de ver. Tuvo un rosario de ocasiones pero ninguna quiso entrar, a pesar de que envió tres disparos al poste e incluso dispuso de un penalti a su favor. Rubén Martínez acabó de amargarle la fiesta.

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Y es que a pesar de que no tenga demasiado interés en los reconocimientos individuales, nunca es plato de buen gusto rondar el gol y marcharse de vacio. La Bota de Oro 2017-18 se pone más complicada, ya que su registro se queda en 14 tantos (los mismos que palos en todas las competiciones), y se aleja de lo alto de la tabla, en la que Edinson Cavani (18) estira la diferencia seguido de Mauro Icardi (17).